Dinamarca bajo la mirada de Kierkegaard
Un viaje a Dinamarca junto a las enseñanzas del filósofo danés
Recordad que podéis escuchar el episodio de hoy, en su versión más extendida, en el podcast.
Tengo una debilidad personal con los países del norte de Europa, he de reconocerlo. Los paisajes, las grandes extensiones vacías, y sobre todo los silencios, son algo muy característico de lugares como Escandinavia o Islandia. No es algo concreto que pueda señalar, ni tan siquiera ofreceros una explicación racional hacia ello. Simplemente, me siento atraído hacia esos lugares, sin más.
Creo, que en parte es consecuencia de los tiempos que nos ha tocado vivir. Crispación, polarización de las ideas, guerras… y esa sensación que transmiten los medios continuamente de que todo, en cualquier momento, se puede torcer. Quizá es por todo ello por lo que recuerdo con nostalgia mis viajes por el norte, lugares que en mi imaginario siempre han sido ejemplo de civismo, democracia y progreso. Sociedades en las que reflejarse y a las que aspirar.
Por todo esto, esta semana os quiero llevar de viaje a Dinamarca, un país conocido, sí, pero poco visitado. Una tierra a la que le tengo especial cariño, y que además quiero acercaros de la mano de una de las mentes más brillantes que brotó allí, la del filósofo Søren Kierkegaard. Alguien cuya vida lo llevo a plantearse las cuestiones más trascendentales a las que se enfrenta un ser humano. Una mirada única hacia el mundo y la existencia que nos acercará, esta semana, a un país de leyendas e historia. Un pueblo hermano de nuestro occidente que tenemos muy cerca, pero que conocemos muy poco.
Breve historia de Dinamarca
Entre el mar del Norte y el Báltico, la Dinamarca actual es una tierra verde y ordenada, aunque marcada por una historia intensa que ha forjado el carácter reservado, eficiente y humano de su gente. Su pasado se remonta a la era vikinga, uno de los momentos más fascinantes: desde sus costas partieron guerreros y exploradores hacia Inglaterra, Francia o Bizancio. Fue un reino poderoso, con figuras como Hrolf Kraki, que simbolizaban valores de coraje y lealtad.
Con el cristianismo llegaron catedrales y castillos, como el de Kronborg, que inspiró a Shakespeare. La Unión de Kalmar unió brevemente a Dinamarca con Suecia y Noruega, mientras el luteranismo y la consolidación de la monarquía absoluta transformaban la sociedad. Esta evolución fortaleció la burocracia y afianzó una identidad nacional centrada en la educación y el orden.
Todo, hasta llegar a los albores del siglo XIX, unos años clave en la historia del país.
Por un lado, con las derrotas bélicas ante Napoleón y Prusia, y la pérdida del control de Noruega, Dinamarca abandonó sus aspiraciones imperiales y empezó a centrarse en su desarrollo interno. Por otro, este sería el siglo y el contexto clave, en el que nacería una mirada única para Dinamarca, para el mundo, y para nuestra especie. Alguien que cambiaría para siempre el mapa intelectual europeo: Søren Kierkegaard.
La mirada de Søren Kierkegaard
Kierkegaard nació en Copenhague, en el seno de una familia profundamente religiosa. Su padre, Michael Kierkegaard, vivía atormentado por la idea de haber cometido una falta grave contra Dios en su juventud, por lo que creía que tanto el cómo su familia vivían bajo un castigo divino. Esta visión marcó profundamente a Søren, que creció en un ambiente de introspección, melancolía y preocupación espiritual. Estudió teología con la intención inicial de convertirse en pastor, aunque más adelante su interés le hizo centrarse en la filosofía y la literatura. Uno de los momentos clave de su vida fue la ruptura de su compromiso con Regine Olsen, a quien quería profundamente. Kierkegaard entendió que su vocación intelectual y espiritual exigía una renuncia radical a la vida convencional, y que no era compatible con el matrimonio. Una decisión que lo marcó para siempre y que dejó una huella constante en toda su obra.
Si profundizamos en su filosofía, en el centro de su pensamiento está la subjetividad: para Kierkegaard, cada persona debe encontrar su propia verdad en cuestiones fundamentales como el sentido de la vida, la fe o la ética. Estas verdades no son universales ni se encuentran fuera, sino que se descubren en el interior, buscando dentro de nosotros. Ser conscientes de esto implica una responsabilidad enorme, y con ella, lo que el denominó la angustia existencial: esa sensación de vértigo que sentimos al darnos cuenta de nuestra enorme libertad de elección. Del abanico de posibilidades que se abre ante nosotros. Lejos de ser algo negativo, Kierkegaard creía que esta angustia era un síntoma de libertad y de madurez espiritual.
Una libertad que también puede llevarnos a la desesperación, otro de sus conceptos clave. Para Kierkegaard, la desesperación es una crisis del ser, del yo, que aparece cuando no logramos ser quienes realmente somos. Una desesperación que puede ser inconsciente —cuando vivimos persiguiendo metas superficiales como el estatus, el dinero o el placer— o consciente, cuando sucumbimos a las exigencias externas de la sociedad, la familia o el mundo y, aun sabiendo quiénes somos, no nos atrevemos a aceptarlo. Además, Kierkegaard entendía que incluso aceptándonos plenamente, la angustia y la desesperación no desaparecen del todo si no nos relacionamos correctamente con lo absoluto, con Dios. Para él, solo cuando abandonamos los apoyos banales del mundo y nos rendimos a la relación con Dios, con lo infinito, lo trascendente, podemos alcanzar la paz interior y una existencia auténtica.
Como veis, se trata de un enfoque radicalmente individual, íntimo y espiritual, convierte a Kierkegaard en uno de los grandes pensadores del yo moderno. Su pensamiento no solo sirve para entender la Dinamarca de su tiempo, sino que nos invita a todos a mirar hacia dentro, a cuestionar nuestra manera de vivir y a buscar un sentido más profundo en la experiencia y la existencia humana.
Dinamarca bajo la mirada de Kierkegaard
Pero entonces, ¿Cómo deberíamos plantearnos un viaje a Dinamarca?
Desde mi experiencia, se trata de un país que tiene más de lo que aparenta. Pese a que Copenhague se posiciona como el símbolo, la gran capital del país, y atrae casi todas las miradas, como nos aconsejaría también Kierkegaard, yo os diría que vale la pena profundizar en el interior, en lo que no se ve a primera vista.
Si queréis aprender más sobre la cultura vikinga y su historia, Roskilde es un buen lugar por donde empezar, con sus museos temáticos e incluso con sus réplicas de barcos navegables. Desde aquí podemos dirigirnos hacia Odense, la ciudad natal de Hans Christian Andersen, el mítico autor de cuentos para niños como el de la Sirenita. Un lugar que ofrece una atmósfera literaria entre canales, jardines y calles adoquinadas. Os recomendaría también seguir hacia el norte, hacia Aarhus primero, para luego llegar hasta Skagen, el Finisterre danés, el lugar donde el mar de Norte y el mar Báltico se encuentra y cuya luz atrajo a toda una generación de pintores para plasmar estas costas en sus pinturas.
Los castillos son también una buena manera de completar este viaje, con lugares como Kronborg, Frederiksborg o Egeskov. Todos ellos, parte del relato danés. Monumentos históricos que nos hablan de narrativas de poder, de arte, y de leyendas.
Y, por supuesto, no olvidéis aplicar en esta travesía, en el mejor contexto de todos, su tierra natal, la mirada de Søren Kierkegaard. El filósofo danés, el padre del existencialismo europeo, nos enseña que cada viaje, cada experiencia que tenemos, es única y subjetiva, y por ello tenemos que darle la importancia que merece. Si visitáis Dinamarca, lo haréis con una mirada única, marcada por vuestras vivencias, por vuestras experiencias y vuestro contexto, que hará que experimentéis todo lo que este país ofrece de una manera única e irrepetible.
Seguramente, cuando decidáis vuestro próximo destino, os brotará esa angustia vital de la que hablaba Kierkegaard, y que definirá vuestros pasos y vuestra ruta, sea cual sea la que escojáis. Es posible también que en algún momento os sintáis perdidos, abrumados en vuestro viaje. Más no caigáis en la desesperación. Recordad que debemos aceptar nuestra dependencia a lo infinito, a algo superior y confiar, dando un salto de fe, en que nuestros pasos nos guiarán hacia el que quizá es la meta final de todos nuestros viajes: conocernos a nosotros mismos.
Kierkegaard nos legó una serie de reflexiones que pertenecen a todos, a toda la humanidad.
Una visión de la existencia marcada por sus experiencias y su contexto.
Una Dinamarca que hoy podemos visitar y explorar junto con a sus reflexiones de la vida y el espíritu.